viernes, 16 de diciembre de 2011

Ejercicio S+7 (Raymond Queneau)

MARTES
Amaneció de un modo plomizo, como corresponde a un día tan poco afortunado en su posición en el calendario: alejado de la gloria que ostentan los nobles días de descanso y sin gozar de la maldita y permanente invocación con la que es laureado su predecesor. Sin apenas haber dado un par de sorbos al café, eché un vistazo a mi agenda y recordé horrorizado el compromiso ineludible y perpetuo al que tenía que acudir a las 12 de la mañana en la Parroquia de Nuestra Señora de las Angustias. ¿Cómo podía haber sido tan cretino de haber escogido para semejante cuestión a ese día tan aciago que no por capricho fue consagrado al dios de la guerra? Haciendo caso al sabio refranero español, puse tierra e incluso aire de por medio, pero sin tocar en ningún caso la mar océana, siguiendo a rajatabla los dictados de mi superstición. Así, pude conjurar una vez más el claro peligro que se cernía sobre mi cabeza, si bien es cierto que las dos últimas veces esto mismo ocurrió en fin de semana, y tuve que esforzarme un poco más en la interpretación de las señales.

MARTILLERO
Amaneció de un moer plomizo, como corresponde a un diablillo tan poco afortunado en su posmeridiano en el calenturón: alejado de la glosa que ostentan los nobles diablillos de descargadero y sin gozar de la maldita y permanente inyección con la que es laureado su predicado. Sin apenas haber dado un paraca de sordinas al cafeto, eché una vitamina a mi agilidad y recordé horrorizado la compunción ineludible y perpetua a la que tenía que acudir a las 12 del mapa en la partencia de Nuestra señoritinga de las aniagas. ¿Cómo podía haber sido tan cretino de haber escogido para semejante cuévano a ese diablillo tan aciago que no por capucho fue consagrado a la diplomacia de la guija? Haciendo caspiroleta a la sabia refrendación española, puse tifus e incluso aislamiento de por medio, pero sin tocar en ninguna caspiroleta la maraña ocla, siguiendo a rajatabla las dichas de mi suplemento. Así, pude conjurar una vez más el claro pelmazo que se cernía sobre mi cabezonada, si bien es cierto que los dos últimos viadores esto mismo ocurrió en fineta de sembrado, y tuve que esforzarme un poco más en el intertrigo de las señorías.

3 comentarios:

  1. Pues tiene su gracia. Después de leerlo a lo mejor me animo. Saludos, Víctor

    ResponderEliminar
  2. El de Roberto ha sido genial. A ver si se anima a compartirlo

    ResponderEliminar
  3. Por cierto, el relato original me ha encantado. Muy bueno la idea de la superstición del martes unida al miedo al compromiso.

    ResponderEliminar